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El arte de la distancia: Cómo ser una persona fría en un mundo de fuego

En este artículo, nos adentraremos en un tema desconcertante y, a la vez, cautivador: Cómo ser una persona fría en un entorno de emociones altamente volátiles. Te presentamos algunas pautas interesantes que, por supuesto, manejaremos ferozmente en esta narración. No lo tomaremos como el manual definitivo, sino como una serie de reflexiones para aquellos que desean añadir una pátina de frialdad en sus vidas.

El bajo perfil de la sonrisa

A veces, una sonrisa es más que un gesto, es una ventana al alma. Pero para aquellos que desean ser considerados fríos, alargar naturalmente la vida de este gesto es vital. Puede bastar una pequeña sonrisa, o incluso retenerla por completo. Una bocanada de humo helada en una mañana de invierno se muestra igualmente efectiva.

La mirada gélida

Precisar una expresión de frialdad es tan esencial como la temperatura de un glaciar. ¿Cuál es el truco? Fruncir el ceño ante quien desafía y permitirse mirar hacia abajo. No es necesario añadir brillo o luminosidad a esa mirada; se busca ser enigmático, como un iceberg en la profundidad del océano.

El aura imperturbable

Ser frío requiere de movimiento y lenguaje corporal que reflejen un ánimo inalterable. Adoptar una actitud casual, tal como un camuflaje de serenidad en medio de la tempestad. Fomentar una postura erguida, sin recalcar en el juego de manos y pies. Dejar fluir el espacio entre uno mismo y el entorno, como un río tranquilo que se desliza hacia el abismo de la indiferencia.

El desapego emocional

Para conseguir la esencia de la frialdad, hay que mantener una cierta distancia de todos. No compartir demasiado acerca de los pensamientos, los sentimientos, los hábitos y la vida personal. Ser como un caparazón que protege la perla interna, sin permitir que los demás atisben la verdad detrás de la máscara.

La búsqueda de control y autonomía

El artículo en cuestión nos plantea cinco aspectos que podrían resultar en una persona más fría y menos emocional: no crear expectativas, no culparse, no proteger a los demás, no apegarse y no intentar cambiar. ¿Por qué? Porque una persona fría no se ve influenciada por acontecimientos externos. El camino a seguir consiste en centrarse en el automejoramiento, alejándose paulatinamente de la empatía hacia los demás.

La autoprotección

El deseo de ser frío y sin emociones puede ser consecuencia de haber vivido algo que sobrepasa los horizontes del entendimiento humano. Es posible que para protegernos del daño, prefiramos ocultar nuestros sentimientos bajo una gruesa capa de hielo. No obstante, transformarse en un témpano de indiferencia puede traer efectos colaterales como el aislamiento y la desaparición del verdadero yo.

La receta para la frialdad: posturas y comunicación

Mantener una postura recta, utilizar una manera seca al expresarse y recordar los daños que otras personas han dejado en nuestro camino crea el ambiente perfecto. Poner lógica por encima de las emociones, ocuparse en cuidar la salud mental y fijarse metas son factores claves para congelar sentimientos ajenos y propios.

Una esencia digital de temperaturas glaciales

Incluso en la comunicación por chat, es posible transmitir la presencia fría y distante que tanto buscamos.

  • No utilizar emojis.
  • Tardar en responder.
  • Manifestar desagrados sin titubeos.
  • No compartir en exceso en redes sociales.

Así, nuestra persona fría estará en cualquier lugar, virtual o real, usando la palabra congelada y balbuceando silencios profundos.

Al final de cuentas, cada uno decide qué camino tomar en el laberinto de emociones humanas. Todos llevamos fuego y hielo dentro de nosotros, y lo importante es encontrar un equilibrio. Ser frío no es necesariamente ser insensible; es aprender a sobrellevar la vida, el amor y todo lo que ello conlleva, sin permitir que la llama nos consuma.